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viernes, 24 de enero de 2014

Cuando el alma se oculta



Amargo sabor

Me levanté por la mañana y me sabía amarga la boca. El reloj mostraba las cinco y comprobé que me faltaban las horas. Me faltaban las que había pasado soñando despierto, las que desperdicié aferrado al pasado. Tenía sólo cuatro minutos y medio para aprovechar la vida y aún no sabía cómo hacerlo, tenía en mis manos una lucha perdida.
Todo cambió, las paredes terrestres bajaron su telón, retrayendo los árboles y las plantas, y arrasaron la poca esperanza que podía quedar en los oscuros recovecos de mi cabeza.
Me condené a vivir a oscuras por no haber querido aprovechar la vida cuando tenía la luz encendida.


Buscándose

Se buscaron cada uno en su propio infierno, fueron hace siglos un ente indivisible, ahora buscan salvajemente un solo resquicio de aroma del otro. Se persiguen como hienas salvajes sin saber que sus infiernos son privados, cúpulas selladas donde cada cual abre su imaginación.
Pasaron vidas enteras rondando sus cabezas, flujos irreales que de soñar tomaron cuerpo, pero, como el humo, al soplar el viento emborronaban la vista del amante, dejándose solos el uno al otro.


Finamente unidos

Aun sabiéndose solos unidos por una fina capa blanquecina de sueños despedazados intentando encajar se buscaron, se buscaron en los rincones oscuros de sus memorias, buscaron sus tímidos recuerdos, las caricias de un día sentidas, los besos ignífugos ardiendo su estómago.
Se buscaron como un niño busca triste y melancólico el aleteo dulce de las faldas de su madre, ofreciendo asiento a su vera, besos amorosos.
Se buscaron como dos personas que al verse sentados en el andén se quieren conocer y, al verse desaparecer, se preguntan un segundo a dónde irá.


Huir

Ella no quería seguir siendo aquel extraño cuerpo que le pedía volar con los pies en el suelo, arañar las paredes sólo para así poder sentirse parte del mundo de hormigón creado a su alrededor. No era ya una cría inocente, había vivido más de lo que le gustaría, sufrido más de lo que podía aguantar y reído tan poco que había quedado ya oculto entre ristras de melancolía.
Tal vez no fuera la mejor manera de olvidar, pero era la única de escapar; agarrar la cuchilla en su garganta liberaría la presión de los pulmones al llorar hasta quedarse dormida, aliviaría el insostenible peso de su enervada espalda.
Sería por fin libre del yugo que da la vida.


Recuerdo

Cuando intento dormir aún recuerdo en el fondo de mi subconsciente la forma tan graciosa de arrugar la nariz cuando reías. Era como un pequeño cachorrito marrón acurrucándose en una esquina de mi habitación.
Recuerdo también tu risa, tan extraña y única simultáneamente, tan graciosa y sincera. Tan tuya.
Y así me paso la noche dando vueltas en la cama sin conseguir descansar ni un solo instante, sin relajar la memoria de los recuerdos amargos.



3 comentarios:

  1. Muy interesante tu entrada, llena de matices..como pequeñas escalas a las distintas sensaciones que experimenta el alma al amar y olvidar...te sigo desde ahora, saludos!!! n.n

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  2. Es profundo lo que escribes, parece muy real, y me gusta la forma en la que lo has desarrollado.
    Un abrazo.
    HD

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  3. Gracias a los dos por pasaros, me alegran mucho los nuevos comentarios con vuestras opiniones.

    Un abrazo!

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