Canto XI
Pienso cuando flotan tres lunas,
pienso, lo bonito que sería volver,
lentamente, a las entrañas de mi madre.
En el suave calor enamorado
del fruto que no es, pero que será,
un día, vida germinal del propio cuerpo.
Pienso lo dulce que sería flotar
en las aguas cristalinas del útero
de la madre, en lagos termales.
Protegido e indefenso, invulnerable
coraza de acero forjado en el cielo,
en el candor del amor de una madre.
Recobrar esa pureza perdida
al cobrar del aire nuestro primer
aliento, envenenado de fría maldad.
Pureza nacida del pecado, pureza,
amor, lujuria gestada en el vientre
al que pienso, en ocasiones, en volver.
Y recobrar la pureza tuya y mía,
pureza, amor de cañones por banda,
Volver al calor, a la pureza
desprendida de mi cuerpo,
de tu cuerpo abandonado a la vida.
Volver a la pureza de la mujer
y allí descansar como un pájaro herido
esperando superar el invierno
y ver la pureza tuya en primavera.
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