Canto XXIII
Nunca sobran las traviesas
Con las que se limpia el rostro,
Con las que prende bombonas
Para alumbrar a las hormigas
Que buscan refugio
Entre tus dedos melocotones.
No sobran caricias ni sonrisas
En las bombillas de tu lagrimal,
Pues riegas agujas de reloj
Esclavas del viento, olvidaron
Al tiempo en las esquinas borrosas
De tu alma, regando desiertos
Con el agüita de espinas de rocío,
De las rosas de tu cantar.
Dulcemente duermen con tu voz
Las larvas de mi voz agrietada,
Por el paso de los años, por el paso
De mastodontes con piel de lija
Y cola de terciopelo, ayudándome
A gritar por el desencanto
De mis pulmones, que no quedan
Princesas que no sepan a despedida.
Ha caído el amor en cada esquina
Del corazón, viendo a los ángeles
Convulsionar con los ladridos
Sordos de velas apagadas,
De princesas desfloradas
En los suelos tachonados
Con grava de mis manos.
¿Por qué no quedan princesas
Que no sepan a despedida?
Un abrazo!
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