Canto V Vi volar veleros en tu mirada verde de correr libre por las tierras y páramos del rápido respirar que culminaban tus labios en cumbres de las suaves caricias en tus senos de casta piel aceitosa de oliva. Fugaces codornices te observaron dormir entre los pliegues de los sauces en los que se encoje el viento a respirar. En el baile de los cantos rodando tu voz atrajo pequeños cachorros con candiles de albahaca en el morro, Reflejando las hebras de tu pelo que con el silbar de cuervos se fugan en busca de naranjos florecidos.
Soplarán fuertes los vientos áureos, llevándose en el camino los granitos de tierra de los diques secos que desean humedecerse en los lagos, en las profundas leizes de tus suaves finos muslos, Tintados del color del otoño que el verano predice, y será fruto de tu piel el surcar de caracoles los mares y ríos sinuosos de la tierra quemada por golondrinas que huyen del invierno, buscando el calor en las hojas que tú desprendes, atrayente aroma de bellota seca, de naranja madura, de tomillo arrodillado en tu estandarte de rosa y clavel.
Fue el otoño quien abandonó luciérnagas en tu armario. Fue el otoño quien dejó caer las gotas de tus ojos, dejando las hojas planear lentamente hacia el suelo; Se fue el otoño, dejando boca abajo tu habitación, dejando boca abajo las faldas de tu calor, y se fue quedándote como quien ve escapar la esencia de la vida, la juventud perdida, sonrisas olvidadas en playas solitarias, granitos asturianos de arena confidente cuando el otoño se fue.
Canto II El tiempo pasa, las cosas cambian, recuerdo tu voz como una alondra seca humedeciéndose en ubres de álamos escudando tu recuerdo, huyendo como hojas de magnolia por el lucero de mi vendaval.