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martes, 29 de septiembre de 2015

Himno a la pasión.


Cuando la música suena 
en la isla reflejada en mi pupila,
Crea colores ensordecedores 
que hacen a la mujer salvaje.

Se mezcla su alma con la lluvia
madreperla 
que derrite la más dura piedra 
De sus cuerpos descompuestos
se desprende la amarga Indolencia de hermosos ojos;
Son la landida Asia y la ardiente África.

Viven, beben, ríen, lloran
en lo más profundo,
en ellas todo un mundo.

Son, no, 
sed, olas 
que arrebaten las dolencias
del perfume nunca escrito.

Y en la isla de la pupila escondida,
Allá, en el mar de ébano 
que rodea sus costas 
Observad pues, el alma difunta
que se antoja 
en la nota suspendida 
del escritor perdido.

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