Las dos manos estaban apretándose por las palmas, manteniendo cautivo un instante de angustiado dolor. Un instante en el cual no hubo palabras, la sola mirada triste de la joven al observar a su cautiva madre al otro lado del cristal bastaba para masticar el sentimiento reinante. Las dos sabían que sus manos unidas servían para atrapar las lágrimas, sabían que cuando se separaran las dos estarían solas, la una sin la otra. Y ese momento llegaría.
No podían escucharse la respiración, el grueso cristal apretado entre sus manos lo impedía, pero veían subir y bajar velozmente el pecho de la otra. Un respirar angustiado, angustiado por dejar sola a su joven hija en el mundo. Angustiado por ver morir a su madre en la silla eléctrica.
-Vamos señora, ha llegado la hora- Un guarda la cogió del brazo, pero ella se resistió a separarse del cristal, su rostro se transformó en una mueca de dolor y tristeza- Tiene que sentarse-La realidad le golpeaba, comprendió que ocurriría. De nuevo se resistió a dejar de mirar a su hija, de mantenerse estanca en ese mismo instante, olvidando el mundo de alrededor, olvidando el traicionero pasar de las horas. El guarda volvió a tirar de ella.
-¡No me toque!-Reaccionó de repente- No me toque, por favor- Se llevó las manos temblorosas al rostro, que había palidecido súbitamente, lo cubrió, tapando sus labios temblorosos y las lágrimas que comenzaban a brotar de sus oscurecidos ojos verdes. Pasó inmóvil un segundo, volvió a mirar a su hija. -¿Quién decide en este mundo quien vive o muere?- Su voz sonaba esta vez dura, distante y fría. ¿Quién se encarga de redactar las leyes diciendo que por cierto delito se debe morir? Y, sobre todo, ¿Quién pone a los jueces la venda en los ojos? Díganme, ¿Quién impide declarar inocente a una mujer que asesinó a su marido tras años de maltratos hacia ella y su adolescente hija?¿quién es tan sumamente hipócrita como para condenar a muerte a una persona por matar a otra que le había torturado durante años y le había hecho la vida imposible? ¿No es acaso su sentencia igual que la mía?
-Usted no puede tomarse la justicia por su propia mano- respondió el alcaide de la prisión, que se mantenía impasivo a la espera junto la silla eléctrica- para eso existen la ley y los jueces, para que juzguen a los delincuentes.
-¿Y qué iba a hacer si la ley y los jueces que usted dicta no hacían nada, que iba a hacer si me decían “agache la cabeza y cierre la boca, él es su marido”? ¿Debía aguantarlo? ¡Jamás! Él recibió lo que merecía y tuve que hacer yo lo que ustedes no querían hacer por ese extraño y equívoco sentimiento de grandeza respecto de las mujeres- su voz se había vuelto más dura y con trazas amenazantes-¿Ven estas manos?-las colocó a la altura del pecho, aún temblorosas- al igual que las suyas son capaces de matar, y lo hicieron con mi marido, ¿No ven en ellas ahora reflejada la fuerza de la que se jactan para creerse superiores? ¡La valía de una persona no se mide por la fuerza ni por la creencia, se mide por los buenos actos respecto del resto de elementos colindantes! ¡Vean que somos iguales, malditos canallas!
Dos guardas se aproximaron a ella con rostro enfadado, con una porra en la mano y comenzaron a golpearla ante la atenta mirada de su hija.
-¡Ustedes solo son fuertes si poseen un arma en la mano!- La joven salió corriendo secándose las lágrimas- ¡Cobardes!
Espero que os guste, de verdad. Un abrazo!
Un gran relato. Duro, pero realista. No debemos dejarnos pisotear por nadie. Ni por el que duerme a nuestro lado ni por quienes manejan los hilos desde arriba. Cada uno tiene derecho a vivir y ser feliz, es lo básico y nadie debería tener el poder para arrebatárnoslo. Muy bien reflejado en tus palabras :)
ResponderEliminarSaludos y pásate cuando quieras :3
OLEEE!!!! FANTÁSTICO RELATO!!!!
ResponderEliminarReal a más no poder!!!
me encantó!!!! *-*
un 20 de 10 !!! ^^ ;P
Un beso! ;)
http://myworldlai.blogspot.com.es/
La verdad que todo lo que escribes, se te da muy bien, al menos a mi me gusta bastante.
ResponderEliminarBesos
Es una pena que esto pase de verdad, de una manera u otra. Te relato lo demuestra, y transmite aunque sea dura, la pura realidad. Increíble.
ResponderEliminarUn beso!